Lanzamiento del Meteosat-1 el 23 de noviembre de 1977 desde Cabo Cañaveral, Florida (USA). Crédito: NASA/ESA. |
La meteorología, especialmente los episodios extremos, afecta a todo lo que hacemos. Al ser capaces de ver la totalidad del planeta, los meteorólogos pueden observar el desarrollo de los sistemas meteorológicos y calcular la velocidad y la dirección de los vientos en función de los movimientos de las nubes. Los huracanes atlánticos aparecen en las imágenes de Meteosat mucho antes de que lleguen a tierra y los datos procedentes del espacio permiten predecir su trayecto.
Antes de los satélites, los meteorólogos dependían de las observaciones de la superficie por tierra y mar, mediante barcos y boyas. La información aérea se limitaba a datos atmosféricos procedentes de radiosondas a bordo de globos, cometas y aeronaves. Los satélites abrieron las puertas a una enorme cantidad de información que, en combinación con los nuevos modelos informáticos, permitieron ofrecer pronósticos más fiables para periodos de tiempo más largos.
Meteosat también constituyó un hito importante en cuanto a cooperación europea en materia espacial. Distintos países habían comenzado a vigilar la ionosfera desde el espacio pero, aunque las conferencias espaciales europeas de los años sesenta acordaron la adopción de un satélite meteorológico europeo, hasta Meteosat no se comenzó a explotar el potencial de este tipo de satélites.
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