martes, 10 de noviembre de 2015

La astronomía es inagotable

Lo más parecido a tocar el cielo con las manos: a los 25 años, la astrónoma chilena, Maritza Soto, descubrió un planeta que orbita una estrella más grande que el Sol a 290 años luz de distancia de la Tierra. “El sueño de cualquier niño soñador hecho realidad”, suspira desde el otro lado de la Cordillera. De padres abogados y con un hermano menor, Maritza creció como cualquier chico, salvo que ella, cuando curioseaba la biblioteca de su casa, sólo se interesaba por el cielo. “Sabía mucho pero era malísima reconociendo estrellas. Jamás creí que podría ser astrónoma”.


Con el paso del tiempo, no sólo le interesó admirar constelaciones sino comprender qué pasaba más allá de lo que podía ser visto. Curiosa, Maritza, cada respuesta le sugería una pregunta nueva. Su interés por el conocimiento creció con ella. Cursaba el secundario Sagrados Corazones de la Alameda cuando se apasionó por la física aplicada. ¿Cómo funciona la gravedad? ¿Por qué se mueve un cuerpo?, preguntaba. “A través de la astronomía se unió mi fascinación con el universo y mi gusto por la física”, resume. Cuando ingresó a la Universidad de Chile sólo eran dos mujeres en su clase. “Había que animarse, la astronomía es muy distinta a otras carreras donde te graduás y podés trabajar. Nuestro camino es larguísimo”.

Maritza comenzó su carrera en el 2008, se recibió de licenciada en astronomía en el 2012; entonces inició su doctorado.

“Aunque no pudiera verse”

Cabría suponer que un astrónomo se la pasa mirando el cielo, pero no. Hoy, la joven llega a su oficina del Departamento de Astronomía de la Universidad de Chile a las 9 de la mañana. Se pasa el día haciendo mediciones y cálculos. Si bien cada estudiante se aboca a su proyecto, se trabaja en colaboración. “Si mi método le puede servir a un compañero, se lo enseño”, comenta. “Cada uno en lo suyo, pero no aislado”. Ocho horas en la oficina y se vuelve a su casa. Vive con sus padres. “Llego agotada. Me pinto las uñas, armo rompecabezas, lo que sea que me relaje”.

Martiza es una alumna privilegiada, recibe un sueldo para investigar. Así fue que descubrió un planeta.

A ella, como estudiante, le tocaba analizar dos estrellas pero se dio el gusto de sumar otra, la HD11004c, una estrella gigante y roja dos veces más grande que el Sol. Ya se sabía que tenía un planeta orbitando pero Maritza advirtió que podría haber uno más, aunque no pudiera verse. Argumenta que la luz de la estrella es tan fuerte, comparable a los faros de un auto que encendidos encandilan de tal manera que no se puede ver alrededor. En estos casos se investiga de manera indirecta con el llamado “Método de la velocidad radial”, capaz de medir la velocidad de la estrella. Durante la investigación Maritza notó que en el día cero la estrella estaba a una distancia de la tierra, en el día 50 empezaba a alejarse, en el 100 se acercaba, en el 50 volvía a la posición anterior. Entonces, concluyó que había algo orbitando que provocaba que la estrella se moviera de esta manera, y no era el planeta ya descubierto, sino otro.

Figurárselo todo

“Eso significaba que podría estar frente a mi primera revelación en la astronomía”. Precavida, solo le hizo una mención a su profesor. Después de ocho meses de mediciones y cálculos descubrió que, efectivamente, se trataba de un planeta que tenía tres veces la masa de Júpiter, casi mil veces la masa de la Tierra y demoraba 130 días en dar la vuelta a su estrella. “Está más cerca de su estrella que nosotros del Sol. Es muy difícil de imaginar ya que es muy diferente a nuestro Sistema Solar. Lo más arduo al estudiar el cielo es que hay que figurárselo todo. Yo sólo pude detectar el movimiento que el planeta inducía en la estrella, por lo tanto, se trató de fe ciega”. Si tuviera que dibujar al planeta descubierto, pero nunca visto “lo haría parecido a Júpiter, tal vez un poco más rojo”, dice. Faltó que lo pintara, nomás.

La investigación fue publicada por la revista Monthly Notices de la Real Sociedad Astronómica de Londres en agosto pasado. “Además de los cálculos, también juega la la intuición. Por algo seleccioné a la HD11004 entre tantas otras: yo encontré a mi estrella”.

El planeta descubierto se llama científicamente HD110014c, pero Maritza lo bautizó Andrea por su primera mascota, una gata que se la pasaba siempre a su lado mientras ella estudiaba. “Yo hablo de Andrea y a sus habitantes, los andresianos”, se ríe.

“Es importante que la gente entienda que nuestro planeta no tiene nada de extraordinario y que el sol es una estrella común y corriente. Yo escucho decir que el sol es tan especial, y no, la verdadera poesía está en la inmensidad del universo, ésta representa una gran lección de humildad. Hay dos cosas infinitas: el universo y la estupidez humana”, palabras de Einstein, se apresura en aclarar.

Y para quienes sueñan con estudiar la física del universo, enumera bondades y dificultades de este camino sin fin: “Lo fascinante es que la astronomía te mantiene despierta, es inagotable. El aprendizaje es constante. Así espero que sea mi vida”.

Y como “todo es relativo”, siente que los dos años que le faltan para terminar sus tesis - El estudio de las frecuencias de las estrellas en estado evolutivo diferente al sol - no son dos años sino un siglo: “Al investigar te das cuenta de que el proceso es muy lento. Hay que rehacer los estudios tantas veces, con paciencia y sin desesperarse. Y se aprende a aceptar las cosas como son, aunque no te gusten”.

Conocer, conocerse

Maritza vive en Santiago de Chile donde el cielo apenas se ve. “Cuando puedo me escapo a playa, ahí lo puedo ver mejor. Cada vez que lo miro siento que soy un pedacito del universo: creo conocerme y de repente pasa algo y descubro que no me conocía tanto como creía. Siempre me estoy descubriendo”.

De novia con un astrónomo, aunque todavía no se imagina en familia, sabe que su profesión le exigirá muchas horas de estudio y estadías en el exterior, traslados de un país a otro en forma constante. Por ahora, su proridad es terminar el doctorado. Después, trabajar en alguna universidad en el extranjero. Y más adelante, volver a Santiago, su ciudad, el lugar al que pertenece.

Antes del descubrimiento de “su” planeta jamás la habían entrevistado. Todavía le sigue resultando extraño ver su nombre en las noticias y admite que a lo mejor todavía no puede metabolizar su descubrimiento. “Sigo sorprendida, sólo intento disfrutarlo. Estoy feliz por mi planeta, pero trato de que no se me suba a la cabeza”.http://www.clarin.com/

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