Superficie de Encelado, una de las lunas de Saturno - NASA |
Algunos investigadores, Melosh entre ellos, creen firmemente que la vida es capaz de pasar de un mundo a otro gracias a la acción de los meteoritos. Tras sus impactos, razonan estos científicos, numerosos escombros salen despedidos de nuevo al espacio, y si alguno de ellos contiene material biológico o incluso seres vivientes, ese material podría llegar hasta otros mundos de nuestro sistema y «sembrar» la vida en ellos.
Dos hechos apoyan esta teoría: el primero es que aquí, en la Tierra, se han encontrado ya numerosas rocas procedentes de planetas como Marte o Mercurio; y segundo, en experimentos llevados a cabo en la Estación Espacial Internacional, la vida ha demostrado ser capaz de resistir a las duras condiciones del espacio, quedando latente y a la espera de mejores condiciones para reactivarse. Muchos creen, por ejemplo, que la vida de nuestro planeta pudo haber surgido en Marte, algo más antiguo que la Tierra, y llegado después hasta aquí por medio de esas auténticas «carambolas cósmicas».
Contacto con la luna Europa
Pero Marte es, dentro de lo que cabe, un planeta «cercano», uno de los vecinos inmediatos de la Tierra. ¿Cuáles serían, sin embargo, las probabilidades de que una forma de vida consiga colonizar lugares mucho más distantes, como las citadas lunas Europa o Encelado?
Según los cálculos de Melosh, solo entre el 0,00004 y el 0,00007 por ciento de las rocas marcianas que han caido a la Tierra podría entrar en contacto con la luna joviana Europa. No parece mucho, pero para el investigador podría ser suficiente. Sabemos que cada año «llueve» sobre la Tierra cerca de una tonelada de material marciano, lo que significa que 0,4 gramos de ese material llegó hasta la lejana Europa.
Para obtener esa cifra, Melosh utilizó una simulación informática que siguió la trayectoria y el destino final de 100.000 partículas de roca marciana desprendidas del planeta rojo durante impactos a tres velocidades distintas: 1, 3, y 5 kilómetros por segundo.
Pero el geofísico llegó a una conclusión, si cabe, mucho más sorprendente: Si cambiamos Marte por la Tierra como punto de origen, la cantidad de fragmentos que llega a Europa se mantiene inalterada. Y eso significa que cada año, 0,4 gramos de rocas terrestres potencialmente portadoras de vida terminan cayendo sobre la luna de Júpiter. En el caso de Encelado, una de las lunas de Saturno, la cantidad de material terrestre anual está entre los 2 y los 4 miligramos.
Un viaje de millones de años
¿Es eso suficiente como para que la vida terrestre se establezca en esos mundos lejanos? La simulación de Melosh predice que cada uno de esos pequeños fragmentos de roca terrestre pasará dos mil larguísimos millones de años en el espacio antes de llegar a su destino. Mucho tiempo para cualquier microorganismo, por muy resistente que sea. Y luego está el hecho de la llegada y el impacto con las lunas, que probablemente terminaría con los que hubieran logrado desafiar al tiempo y sobrevivir.
«Para resumir –explica el propio Melosh– si finalmente resulta que hay vida en los océanos de Europa o Encelado, resulta más probable que sea autóctona y no nativa de la Tierra». Así las cosas, ya están en preparación varias misiones que irán a explorar los extensos mares subterráneos de las dos lunas. Quién sabe si cuando lo hagan nos llevaremos una sorpresa...
https://www.abc.es/ciencia/
No hay comentarios:
Publicar un comentario