El otoño de 1770 no fue un buen momento para el capitán James Cook y la tripulación del HMS Endeavour. Un año antes, habían observado con éxito el tránsito de Venus desde Tahití. Muchos a bordo lamentarían haber abandonado ese paraíso. Tras una violenta escala en Nueva Zelanda, el Endeavour chocó contra la Gran Barrera de Coral australiana, abriendo un enorme agujero en su casco y dejando el buque varado durante siete semanas para reparaciones. Para cuando el barco volvió a navegar, muchos tripulantes sufrían enfermedades tropicales, desnutrición y agotamiento.
Fue entonces cuando se desató la tormenta geomagnética.
El Endeavour navegaba cerca de la isla de Timor (latitud -9,9 ° ) el 16 de septiembre de 1770, cuando aparecieron auroras rojas en el cielo nocturno. El naturalista de la expedición, Joseph A. Banks, y su asistente, Sydney Parkinson, anotaron el suceso en sus bitácoras, aunque no estaban seguros de lo que habían visto. La idea de que las auroras pudieran extenderse hasta 10 grados del ecuador parecía descabellada.
Y, sin embargo, fueron auroras. Un estudio de 2017 dirigido por Hisashi Hayakawa estableció que las auroras de Cook formaban parte de un espectáculo extremo de nueve días en China, Japón y el Sudeste Asiático. Algunas de las luces eran tan brillantes como la luna llena .
Sin duda, el "Evento Cook" fue un acontecimiento de gran magnitud. Pero ¿cuánto? Los investigadores se han preguntado desde hace tiempo. Los magnetómetros se inventaron en el siglo XIX, por lo que no existen mediciones científicas de la actividad geomagnética anteriores. La clasificación de tormentas antiguas ha sido una cuestión de conjeturas.
Un estudio publicado en la edición de abril de 2025 de Space Weather puede haber resuelto este problema convirtiendo las auroras en máquinas del tiempo.
En su artículo , Jeffrey Love, del Servicio Geológico de Estados Unidos, y sus colegas analizaron 54 tormentas geomagnéticas entre 1859 y 2005, utilizando datos de magnetómetros y avistamientos de auroras. Al correlacionar ambos datos, desarrollaron un modelo estadístico que permite a los investigadores estimar la intensidad de las tormentas históricas basándose en testimonios de testigos presenciales, sin necesidad de magnetómetro.
Uno de los hallazgos clave de su estudio es que la tormenta de Cook tuvo (dentro del margen de error) la misma magnitud que el famoso Evento Carrington de 1859. También detectaron una tormenta muy grande pocos días antes del Evento Carrington. El 28 de agosto de 1859, no se disponía de datos del magnetómetro por ser domingo, día de descanso para el personal del observatorio. Sin embargo, se registraron auroras en La Habana, Cuba. El modelo de Love calculó que esa tormenta era aproximadamente dos tercios del Evento Carrington, lo que la convirtió en una de las tormentas geomagnéticas más grandes registradas.
La buena noticia para Cook y su tripulación: no usaban tecnología moderna como la radio o el GPS, que podrían haber fallado. Cook no tuvo problemas para navegar la tormenta magnética. Si volviera a ocurrir hoy, quizá no tuviéramos tanta suerte.https://www.spaceweather.com/
No hay comentarios:
Publicar un comentario