lunes, 6 de marzo de 2017

Si la vida surgió en la Tierra, ¿por qué no en Marte?

Orificio excavado por el todoterreno Curiosity en la superficie de Marte para analizar los minerales del subsuelo (.)
Hagamos un ejercicio de ficción e imaginemos que estructuras similares a los filamentos micrométricos de Quebec aparecieran en el campo visual de un microscopio con la capacidad necesaria, pero no en un laboratorio en Londres, sino a bordo de un rover en Marte. Con toda seguridad, tendríamos muchas dudas antes de declarar que hemos descubierto vida fuera de la Tierra. Al encontrar en nuestro planeta estructuras fosilizadas que nos recuerdan la morfología de terrícolas contemporáneos, tal vez bajamos un poco la guardia y olvidamos que la naturaleza llega por caminos muy diferentes a fabricar estructuras muy parecidas. Pero claro, la Tierra bulle de vida, y ha sido así durante billones de años; en un entorno tan biofavorable, parece que la explicación más lógica para el origen de estas estructuras es la biología. Y cada año encontramos evidencias de la existencia de microorganismos más y más atrás en el tiempo.


No hace ni diez meses que se anunció el descubrimiento de fósiles de posibles estromatolitos en Groenlandia, datados en 3.700 millones de años y que habían permanecido ocultos bajo el hielo perenne hasta entonces. Aquel descubrimiento suscitó un gran debate por las dudas que se plantearon acerca de la auténtica naturaleza biológica de los fósiles. Afirmaciones poderosas requieren pruebas poderosas. Y, de nuevo, si los estromatolitos fósiles aparecieran en Valles Marineris en lugar de en Groenlandia, seguramente nos costaría mucho más anunciar que hubo vida en Marte.

Pero si la vida en la Tierra surgió realmente hace más de 4.000 millones de años, como hemos aprendido hoy, ¿por qué no también en Marte? En aquella época, el planeta vecino conservaba aún la atmósfera que después perdió, almacenaba gran cantidad de agua en la superficie, y mantenía tanto su actividad geológica como su magnetosfera. De hecho, Marte tenía entonces algunos entornos similares a las fuentes hidrotermales que vieron evolucionar a los filamentos de Quebec, o a las playas que dieron cobijo a los estromatolitos de Groenlandia . Por ejemplo, el rover Spirit nos informó en 2008 de que el cráter Gusev tuvo fuentes hidrotermales, y el rover Curiosity nos envía cada día información sobre el antiguo lago de aguas someras del cráter Gale.
Hagamos un ejercicio de ficción e imaginemos que estructuras similares a los filamentos micrométricos de Quebec aparecieran en el campo visual de un microscopio con la capacidad necesaria, pero no en un laboratorio en Londres, sino a bordo de un rover en Marte. Con toda seguridad, tendríamos muchas dudas antes de declarar que hemos descubierto vida fuera de la Tierra. Al encontrar en nuestro planeta estructuras fosilizadas que nos recuerdan la morfología de terrícolas contemporáneos, tal vez bajamos un poco la guardia y olvidamos que la naturaleza llega por caminos muy diferentes a fabricar estructuras muy parecidas. Pero claro, la Tierra bulle de vida, y ha sido así durante billones de años; en un entorno tan biofavorable, parece que la explicación más lógica para el origen de estas estructuras es la biología. Y cada año encontramos evidencias de la existencia de microorganismos más y más atrás en el tiempo.
Marte, solo hemos explorado ligeramente siete pequeños puntos en todo el inmenso mapa marciano, y ya tenemos evidencia directa y sobre el terreno de que Marte tuvo lagos duraderos y fuentes hidrotermales. Ya sabemos que hace 4.000 millones de años, la Tierra y Marte no eran tan distintos como son hoy.

Tal vez deberíamos permitirnos un poco más de imaginación en la exploración de Marte, y asumir de entrada que la vida pudo tener una oportunidad allí, y que lo que tenemos que hacer es ir a encontrarla, permitirnos imaginar que sus fósiles están allí esperándonos. Debemos ir a buscar evidencias de vida en lugares realmente antiguos, de cuando Marte era un planeta con mucha agua, y que conserven evidencia de entornos hidrotermales. En lugares así estamos encontrando los restos más antiguos de vida en la Tierra.

Es hora de elegir cuidadosamente a qué lugares de Marte enviamos nuestros robots exploradores, y de no cerrar la puerta a la posibilidad de que los fósiles que llevamos cinco décadas buscando estén realmente allí. Empecemos por imaginar que pueden ser parecidos a los fósiles más antiguos de la Tierra, como los filamentos de Quebec o los estromatolitos de Groenlandia, para empezar a definir qué estamos buscando exactamente. Solo así sabremos cómo y dónde buscar.http://www.lavanguardia.com/ciencia

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