sábado, 31 de agosto de 2019

El argentino que más sabe del origen del Universo y trabaja donde enseñó Einstein

Princeton es una de esas ciudades de cuento. A medio camino entre Filadelfia y Nueva York, con sus 20.000 habitantes tiene el tamaño justo como para circular en bicicleta por las calles arboladas, entre casonas del siglo XVIII tapizadas con enredaderas de flores. O pasear a pie por la calle principal, con pequeños cafés y restaurantes, o por el amplio campus de una de las universidades más prestigiosas del mundo. En la calma de Princeton se respira ciencia y sabiduría: buena parte de los habitantes de esta ciudad son investigadores, científicos, profesores o estudiantes.


Un poco más lejos del centro se levanta el Instituto de Estudios Avanzados, una joyita de renombre mundial para posdoctorados que buscan investigar sobre temas específicos que contribuyan al desarrollo de la humanidad.
Fundado en 1930, en este complejo de edificios de ladrillos rojos, amplios jardines con sillones para pensar bajo los árboles y pizarrones al aire libre para plasmar ideas subrepticias, trabajaron el genial Albert Einstein, premio Nobel de Física en 1921, y una treintena de científicos que también ganaron el máximo reconocimiento de la Academia Sueca.
Aquí, en su oficina del segundo piso, recibe a Viva el argentino Matías Zaldarriaga, astrofísico, cosmólogo y uno de los principales investigadores de los orígenes del Universo. Una especie de detective del espacio que indaga las huellas del pasado –retrocediendo miles de millones de años– en busca de respuestas acerca de dónde venimos.
Porteño nacido en Coghlan, Zaldarriaga se recibió de licenciado en Física en la Universidad de Buenos Aires y se doctoró en el Massachusetts Institute of Technology (MIT). Profesor en Harvard, New York University y Princeton, ganó varios premios de su especialidad, entre ellos el MacArthur, en 2006, considerado como “la beca de los genios”. Acaba de asumir como miembro de la Academia de Ciencias de los Estados Unidos, un honor reservado sólo para eminencias, sobre todo tratándose de extranjeros.

Los esfuerzos de Zaldarriaga están enfocados en comprender los primeros instantes en la historia del Cosmos. Busca entender las claves ocultas en el “fondo cósmico de microondas”, el débil resplandor, huella o eco de la radiación generada por el Big Bang (el momento de la explosión inicial), y la posterior distribución de la materia, que fue dándole forma al Universo tal como lo conocemos hoy.

Será porque está resignado a los inasibles parámetros temporales cósmicos, pero Matías Zaldarriaga debe de ser una de las pocas personas en este mundo que suma años a su vida. “Tengo 48, pero yo digo 50, que es más fácil”, se ríe. Es alto, corpulento, de ojos azules, cabello frondoso y algo cano. Se acomoda en un sillón de su oficina luminosa y despojada, que alberga una biblioteca, un escritorio con una computadora, algunos portarretratos familiares y fotografías de paisajes argentinos en las paredes.
Como en casi cada rincón de este edificio, hay un pizarrón negro para escribir con tiza esos enjambres de números, letras y signos que tanto abundan por aquí y son un enigma para quien no pertenezca a la raza de los científicos.

Hace ya varias horas que Zaldarriaga está despierto. Su alarma sonó a las 5.40 de la mañana, luego salió a correr por las calles de la ciudad para volver a las 7 a preparar el desayuno de sus dos hijas y el almuerzo que llevarán a la escuela. Después de que ellas tomaran el ómnibus amarillo, el científico se quedó trabajando un par de horas en su casa y luego fue caminando al Instituto, a pocos metros de allí, como todos los días. Aquí, se sumerge a pleno en su pasión: excavar en los enigmas del Universo.

¿Por qué elegiste estudiar el Cosmos?

En el secundario (lo hizo en el Belgrano Day School) siempre me interesó la astronomía y la astrofísica. Cuando empecé la licenciatura en Física, era un momento muy bueno para la cosmología, que es finalmente a lo que me dediqué, porque había un experimento nuevo llamado Cosmic Observatory Background Explorer, que básicamente pudo sacar la primera foto de partes del universo tal como eran 400 mil años después del Big Bang. Eso empezó una verdadera revolución en la cosmología que dura hasta hoy, y que es en la que yo estuve trabajando todo este tiempo, porque es súper interesante. En ese momento era el tema “hot”. Siempre me interesó la astronomía y la física, pero al mismo tiempo lo que intenté fue moverme alrededor de cuestiones en las que pasan cosas.

¿Cómo era esa fotografía, ese instante fundamental?

La cosmología es la parte de la astronomía que trata de entender cómo es el Universo, de qué está hecho, cómo llegó a conformarse lo que hoy vemos. Es una ciencia, como la arqueología, en la que encontrás cosas y tratás de ver la historia. Sacar fotos de momentos cada vez más lejanos es como mirar a través de una máquina del tiempo. La foto de lo más lejano que podemos ver es la radiación cósmica, que es luz que nos llega de cuando el Universo tenía 400 mil años. Hoy tiene 14 mil millones de años. O sea, no existían ni las galaxias ni las estrellas. Lo que estaba pasando entonces no tiene nada que ver con lo que está pasando ahora.

Era como observar un Universo recién nacido.

Exacto. Hablamos de 400 mil años después del Big Bang, algo que parece un montón, pero que comparado con 14 mil millones, que es la edad actual del Universo, es muy poquito. No había existido tiempo para que se formara nada: ni una galaxia ni una estrella. En ese momento, el Universo era casi todo igual, muy caliente, y se expandía mucho más rápido de lo que se expande ahora. Toda esta información la podemos deducir de lo que vemos en la fotografía.
¿Y qué más se supo a través de ella?

Aprendimos, por ejemplo, que el Universo está lleno de materia oscura, que era algo que más o menos sabíamos. Pero ahora conocemos exactamente cuánta materia oscura hay, cuánta materia normal hay. La edad del Universo la sabemos gracias a esa foto. Y también las condiciones iniciales que, después de un tiempo, darán lugar a todas las galaxias. Ahora sabemos cómo estaba distribuida la materia 400 mil años después del Big Bang y nos podemos fijar si alcanza el tiempo para formar las galaxias. Gracias a esa foto es posible analizar lo que ocurrió en el pasado y estimar lo que podría pasar en el futuro. Esas imágenes son cruciales para entender la historia del Universo.

¿Hay algún indicio de cómo fue el Big Bang?

Hay que pensar nuestro trabajo como si fuera arqueológico. En vez de cavar un pozo, sacamos una foto y hacemos cálculos. La cosmología es una ciencia experimental. Encontrás un dato, pero tenés que conseguir una prueba. Lo que muestra esa foto es que, en ese momento, había muy poca diferencia de cuánta materia había en un lado y en el otro. La temperatura acá y allá cambiaba muy poquito. Creemos que esas diferencias que vemos ahí quedaron del principio del Big Bang. Es como si le sacaras una foto a un bebé y encontraras algo de la criatura que creció dentro de la panza de su mamá. La foto es de cuando ya salió, pero es algo que quedó. Estamos tratando de ver si con ese poquito que encontramos logramos entender qué estaba pasando antes. Llegó un momento en que el Universo se estaba expandiendo muy rápido, estaba lleno de materia, estaba muy caliente... Esas pequeñas diferencias se produjeron antes. Queremos tratar de entender qué estaba pasando.
¿En qué estás trabajando ahora?

Estuve analizando los datos del experimento de las ondas gravitacionales en el que trabaja la argentina Gabriela González. Desarrollamos una manera distinta de analizar los datos. Ellos estuvieron encontrando señales de agujeros negros que chocan y, al chocar, emiten ondas gravitacionales. Analizando los datos, nosotros encontramos más señales de las que encontraron ellos.

¿Señales de qué?

El telescopio juntó datos durante bastantes meses y se hallaron señales de esos agujeros negros. Pero había más señales escondidas en el ruido del experimento y, con unos trucos, las pudimos descubrir.

Trabajando hasta en el break A media mañana es hora de tomar un café. Zaldarriaga cuenta que habitualmente se reúne a las 11 con sus colegas del Instituto en el Astronomical Coffee, en donde leen o discuten los papers que salieron ese día sobre los temas en los que se encuentran trabajando.
Después del mediodía, almuerzan en el comedor del lugar, donde es casi un rito sentarse por áreas de interés: en una mesa están los físicos; en otra, los biólogos; en otra, los historiadores, y así las conversaciones se aglutinan en diversos temas. Por allí se encuentra casi siempre con otro argentino, Juan Maldacena, también una voz consagrada de la física a nivel mundial. Cuenta que son amigos y vecinos, y que cuando se reúnen en familia no pueden evitar hablar de sus trabajos. “Cuando llega otra persona, tenemos que cambiar de conversación”, se ríe.

Estudiás los rincones del Universo. ¿Qué posibilidades hay de que exista vida extraterrestre?

Seguramente que es posible.

¿Por qué?

El Universo es gigante. Depende de cómo las cuentes, hay como mil millones de galaxias. Cada una de esas galaxias tiene miles de millones de estrellas. La gran mayoría de esas estrellas tiene planetas. Entonces, la posibilidad de que haya vida en otros planetas es real. Pero si hay vida o no es algo que no lo sabe nadie. No es algo que podamos calcular ni podamos estimar. El único dato es que no vimos vida extraterrestre. Si la hubiera, podría estar más avanzada que nosotros en cientos de millones de años. Fijate si los humanos siguiéramos evolucionando y no nos matáramos entre nosotros: ¿qué podríamos estar haciendo dentro de un billón de años? Podríamos estar conquistando una galaxia, por ejemplo. Sin embargo, parece que los extraterrestres no lo lograron.

¿Y es posible que existan otros Universos?

Eso depende de la definición que utilicemos. Hay una parte del Universo que podemos ver: la llamamos “el horizonte”. Probablemente sigue, pero esa parte no la podemos ver. ¿Cuánto sigue? Muchísimo más. Por lo tanto, si te vas muy lejos y allí las leyes de la física son todas distintas y es una zona que no tiene nada que ver con la nuestra, estaríamos ante otro Universo. No sabemos si eso ocurre o no, si el Universo sigue de manera infinita, si sigue a los costados, si es como una pelota. En realidad, no sabemos lo que hay más allá de lo que vemos, aunque la gente quiera especular.

¿Cuál será el eje de la investigación en tu área en 20 o 30 años?

Yo no sólo hago cosas de cosmología: también de astrofísica, como ondas gravitacionales, que ahora es uno de los temas más interesantes y del que vamos a aprender más. En la parte de la cosmología estamos tratando de encontrar un fósil nuevo de ese momento inicial. Es probable que, en esa fracción mínima de segundo después del Big Bang, se hayan producido ondas gravitacionales. Es probable que esas ondas gravitaciones produjeran otras clases de señal.

¿Cómo ves la situación de la ciencia y los científicos en la Argentina?

No estoy en los detalles, pero creo que no está muy bien.

¿Qué falta?

Nada en la ciencia básica sucede de un día para el otro. Argentina tendría que tener un plan de décadas –quizás de 30 años– para lograr llegar a la punta de algunos temas, al menos. Debe ser consistente, identificar a las mejores personas, darles los recursos necesarios y que se los sostengan durante muchas décadas. Como eso nunca pasa, la gente se termina yendo o trabajando en temas que son más fáciles para sobrevivir. Por ejemplo, en cosas más teóricas, en lugar de experimentos que son más caros.
¿Cómo es eso?

Para hacer teoría, por ejemplo, se necesita una computadora, un sueldo, una persona contratada y no mucho más. Es un costo relativamente modesto. Mientras que si uno hace un experimento necesita millones de dólares durante años, un equipo y poder armar algo. Necesitás más plata y más certidumbre. Es difícil hacer eso en un país en el que la plata viene y se va. Es todo más caótico. En los Estados Unidos hay mucha más gente que hace cosas experimentales y prácticas que teóricas. En la Argentina está dada vuelta la tortilla.

¿Creés que la situación puede llegar a cambiar?

En los Estados Unidos, cada 10 años todos los científicos de la astronomía y la astrofísica del país se juntan y debaten cuáles son los próximos experimentos que quieren hacer en la década siguiente. Se hace un informe y ,de a poco, se van cumpliendo las metas. No sé si la Argentina hace este ejercicio, si tiene una lista de proyectos, sean grandes o chicos. Se necesita tiempo, constancia y dinero, y no sé si la Argentina lo está haciendo.

Así en elcielo como en la tierra Después del almuerzo, Matías Zaldarriaga trabaja con sus colaboradores hasta pasadas las 6 de la tarde, aunque a veces un poco antes se va a su casa “porque hago de chofer de Uber de mis hijas” (sonríe). Casado con Tamara Dujovne, una psicóloga argentina que conoció en la Universidad de Princeton, al cosmólogo le gusta a veces tener los pies (y las manos) sobre la tierra. De hecho, hay una pequeña huerta en su casa donde cultiva tomates, berenjenas y zuchinis.

Reconoce que es un poco workalcoholic: “Soy un desastre, me la paso trabajando. Si tengo 5 minutos me voy a la computadora”, confiesa. Dice que no mira televisión ni Netflix, aunque de chico adoraba la serie Cosmos, de Carl Sagan. Tampoco le gusta mucho el deporte, aunque sí va a los partidos de fútbol de sus hijas, Marina de 12 y Julia de 10: “A mí sólo me gusta ver cuando juegan ellas”. A veces, después del trabajo, se esfuerza en compartir con las nenas algunos jueguitos con la pelota en el jardín de su casa, que hasta tiene un pequeño arco con red.
¿Cuál es tu sueño?

​Me gustaría poder seguir trabajando y haciendo cosas interesantes. Descubrir cosas. Seguir relacionándome con gente joven, que tiene más energía. Sueño que lo mejor de mi carrera no sea algo hecho en el pasado, sino que sea algo que vaya a hacer en el futuro.
https://www.clarin.com/viva/big-bang-albert-einstein-matias-zaldarriaga_0_3ZGhMP_Wh.html

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