La NASA ingresó en la recta final de la misión DART, eslabón clave de la estrategia de defensa planetaria que quizá un día pueda salvarnos de la colisión de un meteorito. El plan: estrellar una pequeña nave contra un asteroide para tratar de modificar su órbita.
“La misión se encuentra en la ‘Fase C’, que es la etapa final de diseño y fabricación”, contó en diálogo con ámbito.com Andrew Rivkin, científico que lidera el equipo de investigación del Applied Physics Laboratory de la universidad John Hopkins, a cargo del proyecto de la agencia espacial estadounidense.
Se pondrá a prueba el impactador cinético, una de las técnicas más prometedoras que se están investigando para desviar un asteroide, que consiste básicamente en golpearlo para frenar y alterar su curso. “La comunidad internacional está estudiando diferentes maneras de manejar estas amenazas. Dependerá de la situación, pero el impactador cinético parece ser la mejor opción sin usar un dispositivo nuclear”, señaló el especialista.
La Double Asteroid Redirection Test (DART) tendrá como objetivo el asteroide binario Didymos, que posee un cuerpo principal de unos 800 metros de ancho y otro secundario, donde impactará, de unos 160 metros. Esta particularidad solucionó un escollo técnico y económico, ya que observar el cambio en la órbita de un asteroide es muy difícil. Sin embargo, un sistema binario ofrece dos puntos de referencia, lo que posibilitará tener suficiente información relevante sin tener que enviar una sonda testigo.
Además, su composición y propiedades son similares a la de los meteoritos clasificados como “potencialmente peligrosos”. Los astrónomos estiman que hay alrededor de 1.000 asteroides cercanos a la Tierra de más de 1 kilómetro, lo suficientemente robustos como para causar un desastre global. Aquí el tamaño es un dato clave. “Cuanto más grande sea el asteroide, más grande y rápida deberá ser la nave para intentar cambiar la órbita”, explicó Rivkin.
Con la ayuda de una cámara a bordo y un sofisticado software de navegación autónoma, DART podrá transmitir imágenes de alta resolución antes del impacto y medir la desviación del asteroide tras la colisión.
El tiempo, un factor clave
La mayor parte de los asteroides están compuestos de minerales formadores de roca y a menudo contienen metales como hierro y níquel, mezclas químicas de metales y azufre, arcillas y compuestos orgánicos. Son pedazos de cuerpos más grandes que en algún momento, durante los inicios de la galaxia, se fragmentaron por distintas colisiones estelares.
En nuestro sistema solar, la mayoría de ellos residen en la región entre Marte y Júpiter, conocida como “cinturón de asteroides”. Pero los más peligrosos son los objetos cercanos a la Tierra, cuya órbita los lleva a unos 50 millones de kilómetros de la órbita de nuestro planeta.
Aunque son observados por la NASA y distintas agencias espaciales desde hace décadas, cada tanto algún intruso enciende las alarmas, como el que ingresó en la atmósfera el 15 de febrero de 2013 cerca de la ciudad rusa de Chelyabinsk. Su onda de choque golpeó seis ciudades y eso que tenía tan solo unos 20 metros de longitud.
Para Rivkin, una de las variables más importantes es la antelación con la que conozcamos la amenaza para poder diseñar un plan de contingencia. Un par de décadas sería un período prudencial para hacerle frente a un asteroide de 100 metros, algo posible con el perfeccionamiento de las redes de detección. Pese a lo que puede fantasearse, ningún sistema militar está en condiciones de detener un objeto con esa masa minutos u horas antes del impacto.
La expectativa es gigante con la puesta en marcha de la Fase C. “¿Qué podría ser más emocionante que estrellar una nave espacial en un asteroide?”, se preguntó hace semanas en un artículo Andy Cheng, uno de los compañeros de proyecto de Rivkin en el Applied Physics Laboratory.
La ventana de lanzamiento de la nave espacial comienza a fines de diciembre de 2020 y se extiende hasta mayo de 2021. Se espera que intercepte a Didymos a principios de octubre de 2022, cuando se encuentre a 11 millones de kilómetros de la Tierra, lo que permitirá observar y medir las consecuencias del fatídico cruce con telescopios y radares terrestres.
“Tengo muchas ganas de que llegue la misión”, confesó Rivkin. “Dadas las posibles consecuencias de un gran impacto, me complace trabajar con colegas de todo el mundo para estudiar el problema de cómo desviar los asteroides. Son desastres naturales muy inusuales y es importante que entendamos que si logramos predecir el momento y la ubicación, podremos evitar que sucedan”.https://www.ambito.com
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