La Tierra tarda unas 24 horas (la cifra real es algo más inexacta) en rotar sobre sí misma, es decir, en completar un día. Pero esto no siempre ha sido así: se estima que hace miles de millones de años, una jornada terrestre comentaba y terminaba en un plazo de solo dos o tres horas, y que los tirones gravitacionales del Sol y la Luna ayudaron a ralentizar su rotación. Aún hoy, el giro de la Tierra continúa disminuyendo, con el día del planeta aumenta en aproximadamente 1,8 milisegundos por siglo.
Los efectos de la gravedad no son los únicos que tienen que ver en este proceso. Investigaciones previas descubrieron que una variedad de factores también puede acelerar y ralentizar la velocidad con la que gira la Tierra. Por ejemplo, un trabajo que se ha visto incrementado por el aumento del nivel del mar debido a la fusión de los glaciares puede desplazar el eje de la Tierra, lo que aumenta la velocidad a la que gira el planeta. Ahora, un estudio publicado en Astrobiology, afirma que la presencia de la vida puede influir en la velocidad con la que gira un planeta, debido a la liberación a la atmósfera de gases como el oxígeno.
La atmósfera de la Tierra también puede afectar a la duración de su día. "Es sorprendente, pero la atmósfera de la Tierra pesa alrededor de 50 billones de toneladas métricas, y en niveles de tiempo tan largos como cientos, miles, incluso millones de años, toda esa masa y su arrastre por la superficie del planeta pueden tener un efecto", cuenta a Space.com el autor del nuevo estudio Caleb Scharf, director de astrobiología de la Universidad de Columbia en Nueva York (EE.UU.).
La temperatura también influye
La atracción de las estrellas o lunas en las atmósferas de los planetas suele afectar en menor medida. Sin embargo, a veces la velocidad a la que la estrella calienta la atmósfera de un planeta puede reforzar la velocidad a la que vibra la atmósfera. La cantidad de calentamiento o enfriamiento en la atmósfera de un planeta también puede influir en la duración del día del planeta. "Mientras que una estrella calienta la Tierra, la atmósfera responde alterando su presión: el aire caliente la expade, el frío la contrae, así que en pocas palabras, termina moviendo la masa en la atmósfera a diario en escalas realmente grandes, lo que significa que la masa en la atmósfera ya no está uniformemente extendida por todo el planeta, y eso proporciona una especie de asa, algo así como una llave inglesa grande, para las fuerzas gravitatorias de la estrella o las lunas cargadas de la atmósfera ", explica Scharf.
La vida puede influir en la química atmosférica al emitir gases como el oxígeno. Estos gases pueden afectar la forma en que las atmósferas se calientan y enfrían, y según los cálculos del científico, esto puede tener un impacto en la velocidad de rotación de un planeta. Y también a través de varios mecanismos, como la luz ultravioleta, que puede generar ozono a partir del gas y oxígeno que absorbe la luz solar y calienta la atmósfera. Los trabajos futuros, afirman, deberían centrarse en el uso de modelos de computadora 3D para simular climas planetarios y ver si la vida podría tener estos efectos conjeturados.
La atmósfera terrestre ha confirmado estos días ser sensible a los eclipses de sol. Cuando la sombra de la luna pasó por Estados Unidos durante el que tuvo lugar el 21 de agosto, viajó tan rápido que creó ondas en la atmósfera superior de la Tierra. Científicos del Haystack Observatory del MIT (EE.UU.) y la Universidad de Tromsø (Noruega) han demostrado, con estos datos, un fenómeno sospechado desde hace 40 años: que los eclipses solares producen perturbaciones en la atmósfera superior terrestre. La sombra de la luna crea ondas de al menos 10 grados de longitud por 10 grados de latitud, con una velocidad de casi 300 metros por segundo y una duración de aproximadamente una hora. Los científicos aseguran que no son peligrosas y que su interés es principalmente científico.
Beatriz de Vera
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