Tras dos meses de intensos estudios, sin embargo, los investigadores se dieron cuenta de que, a pesar de que efectivamente Betelgeuse está al final de su vida y de que terminará convirtiéndose en una supernova, su explosión podría no ser, después de todo, tan inminente. El primero de los tres oscurecimientos de la estrella, en efecto, se debió a una emisión de material, en forma de polvo, que durante unos meses ocultó parte de su luz. Después, al disiparse la nube, el brillo volvió a ser normal.
Ahora, un nuevo estudio realizado por un equipo internacional de investigadores y dirigido por Meridith Joyce, de la Universidad Nacional de Australia, sugiere que podrían pasar otros 100.000 años antes de que la gigante roja estalle. Un suspiro en tiempo estelar, aunque una eternidad para el ser humano. Pero no solo eso. Joyce y sus colegas, en efecto, descubrieron que en realidad la estrella es más pequeña y cercana a la Tierra de lo que se creía hasta ahora. El trabajo acaba de publicarse en The Astrophysical Journal.
Según la investigadora, esta supergigante roja, parte de la constelación de Orión y que lleva mucho tiempo fascinando a los científicos «se ha estado comportando de forma extraña últimamente. Sabemos que el primer evento de atenuación involucró una nube de polvo. Y hemos descubierto que el segundo evento, más pequeño, se debió probablemente a pulsaciones de la estrella».
Los investigadores utilizaron modelos hidrodinámicos y sísmicos para aprender más sobre la física que impulsa esas pulsaciones y hacerse una idea más clara de en qué fase de su vida se encuentra exactamente Betelgeuse. Según Shing-Chi Leung, de la Universidad de Tokio y coautor del estudio, «el análisis confirmó que las ondas de presión, esencialmente ondas sonoras, eran la causa de la pulsación de Betelgeuse».
«La estrella -explica Joyce- está quemando helio en su núcleo en este momento, lo que significa que no está ni cerca de explotar. Podríamos estar observándola cerca de cien mil años antes de que ocurra una explosión». Cuando llegue por fin ese momento, la estrella gigante se convertirá en uno de los objetos más brillantes del cielo. Su brillo será tal que proyectará sombras durante la noche y será, durante meses, perfectamente visible durante el día.
Para László Molnár, del Observatorio Konkoly en Budapest y otro de los autores de la investigación, el nuevo estudio también revela lo grande que es Betelgeuse en realidad, y la distancia real a la que está de la Tierra. «El tamaño físico real de Betelgeuse -explica- ha sido un poco misterioso: estudios anteriores sugerían que podría ser incluso más grande que la órbita de Júpiter. Pero nuestros resultados dicen que Betelgeuse solo se extiende a dos tercios de eso, con un diámetro que es 1.500 veces el del Sol. Y una vez que tuvimos el tamaño físico de la estrella, pudimos determinar la distancia a la que está de la Tierra. Nuestros resultados muestran que, en realidad, se encuentra a 530 años luz de nosotros, un 25% más cerca de lo que se pensaba».
La buena noticia, sin embargo, es que Betelgeuse aún está demasiado lejos de la Tierra como para que su explosión tenga un impacto significativo en nuestro planeta. En palabras de Joyce, «sigue siendo un gran problema cuando estalla una supernova. Y este es nuestro candidato más cercano. Nos da una oportunidad única de estudiar lo que les sucede a las estrellas como esta justo antes de que exploten».
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