Los terremotos en el sur de California no deberían ser noticia. Esta zona del mundo registra alrededor de 10.000 temblores al año, la mayoría imperceptibles. Pero si se producen todos en una semana y en el mismo sitio, los expertos se ponen alerta. Eso sucedió la semana pasada cuando se registraron más de 200 sismos en el Salton Sea, un lago en el extremo sur de California, en el valle de Coachella, cerca de la frontera con México. Se trata de la mayor actividad registrada en el lugar desde que hay sensores y ha provocado una alerta inquietante que ha durado una semana.
La zona del Salton Sea está justo al final de la falla de San Andrés. Los movimientos en esa zona hacen cosquillas a la gran falla, por así decirlo. Entre los temblores que comenzaron el lunes pasado hubo tres que superaron la magnitud 4. El pasado día 27, la oficina de Emergencias del gobernador emitía un comunicado pidiendo a todas las instituciones y californianos que estuvieran alerta ante la posibilidad de un gran terremoto, algo que no ha pasado en esa zona de la falla en 300 años. El Ayuntamiento de San Bernardino, por ejemplo, decidió cerrar sus instalaciones.
Con el paso de las horas y los días, han ido decreciendo las posibilidades de que esa actividad provoque un movimiento en la falla que desate un gran terremoto en Los Ángeles. La alerta fue levantada este martes por la mañana. Pero los datos han puesto una vez más de relieve la fragilidad de la zona y, sobre todo, la evidencia de que ese gran terremoto tiene que pasar en algún momento.
Una de las primeras cosas que se aprenden al mudarse al sur de California es que, según la sabiduría popular, Los Ángeles sufre un gran terremoto con víctimas cada 20 años. Y el último fue hace 22. La posibilidad de un gran terremoto, el llamado ‘Big one’, con origen en la falla de San Andrés y consecuencias devastadoras para los valles que forman Los Ángeles, es una constante en la vida de los angelinos y una estupenda fuente de entretenimiento para Hollywood. Tener un equipo de supervivencia y un plan para terremotos (por ejemplo, tener ya hablado con tu familia dónde te vas a encontrar) es habitual en casas y en colegios.
“No es una cuestión de si pasará, sino de cuándo pasará”. Esta frase la dice hasta el alcalde de la ciudad. No hay nada que se pueda hacer. Cada uno de esos pequeños sismos tiene un impacto en la falla de San Andrés, hasta que un día se mueva. El año pasado, el Ayuntamiento publicó un informe aterrador sobre las consecuencias que el terremoto tendría para la ciudad y urgió a los ciudadanos a revisar las casas más antiguas e invertir en arreglos para hacerlas más resistentes.
El inicio de esta campaña municipal de concienciación coincidía con el 20 aniversario del terremoto de Northridge, en enero de 1994. Murieron alrededor de 60 personas en el Valle de San Fernando al caerse estructuras débiles de edificios de apartamentos. Dos de las autopistas que cruzan la ciudad fueron cerradas por daños y Los Ángeles vivió días de caos. La experta sismóloga Lucy Jones, que lideró el equipo que redactó el informe, advertía en conferencias por toda la ciudad de que aquello fue en una época sin móviles y sin Internet. No sabemos las consecuencias de un terremoto como aquel para una economía dependiente de las telecomunicaciones. No ha pasado aún. El terremoto de Northridge fue de 6,7 y duró 10 segundos. El ‘Big one’ más plausible podría ser de 7,8 y durar alrededor de un minuto.
La falla de San Andrés no es una línea continua, sino un sistema de fallas que se extiende a lo largo de 1.200 kilómetros. Empieza en el Salton Sea, en la frontera con México, donde han sido los sismos de esta semana. Después abraza Los Ángeles por el este y el norte de la ciudad y continúa paralelo a la costa. Atraviesa la bahía de San Francisco y llega hasta Eureka, en el norte del California. Todo el Estado está en riesgo si se activa la falla.http://elpais.com/
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