La Agencia Espacial Europea (ESA) alcanzará este miércoles un nuevo hito en la historia de la exploración espacial. Por primera vez depositará un módulo de una sonda sobre la superficie de un cometa. Será el culmen de la misión Rosetta, que ha supuesto 27 años de trabajo. Tres investigadores ligados a Rosetta indican a Servimedia la relevancia científica de esta misión.
La sonda Rosetta fue lanzada en 2004 y ha tardado 10 años en alcanzar el lugar idóneo para observar al cometa 67P/Churyumov-Gerasimenko. Antes de eso, tuvo que hibernar durante tres años (desde junio de 2011), esperando la llegada del cometa, y finalmente despertó en enero de 2014 para iniciar su viaje de aproximación.
Luisa María Lara, investigadora del Instituto de Astrofísica de Andalucía (IAA-CSIC), que lleva ligada a Rosetta desde los inicios de la misión, señala cuál es el objetivo de la misma: “Se trata de entender qué ocurre en el cometa para que, cuando se acerca al Sol, empiece a sublimar el hielo. En esencia se trata de entender cómo se produce la actividad y para ello necesitamos imágenes de muy alta resolución”.
Pero sin duda el gran protagonista de la misión Rosetta es un pequeño módulo, de poco más de un metro de altura y 100 kilos de masa, llamado Philae. El próximo 12 de noviembre, Philae descenderá en caída libre desde la sonda y tratará de engancharse mediante unos arpones a la superficie del cometa. Allí solo pesará 10 gramos.
El lugar donde aterrizará Philae reúne las mejores condiciones para que pueda desarrollar su trabajo, tal y como razona Larry O’Rourke, coordinador de operaciones científicas de Rosetta en ESAC (el centro de la ESA en Madrid): “Este sitio tiene ocho horas seguidas de luz solar, de las 12 que dura un día en el cometa, así cuando se acabe la batería primaria y la secundaria, usaremos los paneles solares para recargarlas. De este modo podremos conseguir que la misión dure más tiempo. Si funciona bien la batería secundaria, Philae puede tener hasta tres meses de vida”.
Además de tomar imágenes nunca vistas del paisaje del cometa y del horizonte que lo rodea, Philae recogerá información muy valiosa del suelo en que se ha posado. Según Lara, “el módulo lleva una serie de instrumentos especialmente indicados para estudiar la superficie y los 20 o 30 centímetros que hay debajo, porque es ahí donde se produce todo: todos esos procesos que no conocemos y que dan lugar a toda esa actividad que hace que los cometas sean tan bonitos vistos desde la Tierra”.
Los cometas son pequeños objetos que describen órbitas elípticas alrededor del Sol –por eso podemos anticipar sus visitas–. Están formados en su mayoría por hielo y polvo. Cuando están cerca de nuestra estrella reciben con fuerza el viento y la radiación solar y esto hace que se sublime parte del hielo de su superficie y en ese proceso, el gas arrastra parte del polvo que conforma el cometa. Es esto lo que hace que tengan cola: la refracción de la luz solar en las partículas de polvo.
La investigadora del IAA-CSIC explica que los cometas están compuestos de agua helada, gases como el monóxido y el dióxido de carbono y moléculas más complejas como el metano o el metanol. “Es al acercarse al Sol cuando adquieren ese aspecto tan bonito que vemos desde la Tierra, porque se sublima el hielo y arrastra un montón de partículas de otros materiales, lo que nosotros llamamos ‘granos de polvo’. Este polvo, al reflejar la luz del Sol, da lugar a una cola luminosa”, indica Lara, quien añade que algunas veces puede verse una segunda cola más tenue y azulada formada por iones de agua.
FÓSILES VOLADORES
Pero los cometas suscitan todavía hoy numerosos interrogantes y tienen un enorme interés científico, como atestigua Michael Kueppers, investigador del equipo de Rosetta en ESAC: “Los cometas se han formado durante los orígenes del Sistema Solar y, en la mayor parte de su vida, han estado muy lejos del Sol, por eso se han conservado en un estado similar a como eran en la época de la formación de nuestro sistema. Así, el estudio de la composición de un cometa nos proporciona información sobre los cuerpos que formaron el Sistema Solar y la Tierra”.
Los cometas son, por tanto, como fósiles voladores en los que se puede leer la historia más remota de Sistema Solar, una época de gran dinamismo en la que los cometas salieron disparados hacia la periferia de nuestro sistema. La mayoría de ellos se alojó en la Nube de Oort, un gran envoltorio esférico que rodea al Sistema Solar y que se encuentra muy lejos: entre 30.000 y 100.000 unidades astronómicas –una unidad astronómica (UA) es la distancia media entre la Tierra y el Sol–.
Hay otros cometas que se refugiaron mucho más cerca, en el llamado Cinturón de Kuiper, una especie de disco plano que rodea al Sistema Solar más allá de la órbita de Neptuno a una distancia de entre 38 y 100 UA. De vez en cuando, se producen inestabilidades y algunos cometas se escapan de estos dos almacenes y comienzan su largo peregrinar, que consiste en trazar un promedio de 2.000 órbitas elípticas alrededor del Sol.http://noticias.lainformacion.com/
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