Lo complicado no es estar orbitándolo, sino llegar allí y ponerse en órbita. Es porque Mercurio tiene una órbita elíptica, así que su velocidad al “viajar” varía: más rápido cuanto más cerca está del Sol. Y la velocidad es alta: en promedio, 47 km/s (1,5 veces la de nuestro planeta). Eso exigió que la sonda Messenger tuviera que hacer varios cambios de velocidad hasta lograr colocarse en órbita.
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