Y-155 explotó hace unos 7.000 millones de años, cuando el universo tenía la mitad de su edad actual. Fue descubierta en la constelación de Cetus (Ballena) con el telescopio Blanco, de 4 metros, en Chile. El telescopio Keck de 10 metros en Hawái, el telescopio Magallanes de 6,5 metros en Chile y el telescopio MMT en Arizona, rápidamente enfocaron a la nueva estrella, revelando que las longitudes de onda de la luz emitida por la supernova tuvieron un "corrimiento al rojo" del 80 por ciento como consecuencia de la expansión del universo.
Una vez que se estableció la distancia a la explosión, Garnavich y sus colaboradores calcularon que, en su máximo, Y-155 generó energía a un ritmo 100.000 millones de veces mayor que el del Sol.
Hace 40 años, se propuso que las estrellas masivas podrían volverse inestables mediante la producción de pares de partículas materia/antimateria, pero sólo recientemente los rastreos astronómicos a gran escala, como el proyecto ESSENCE, han permitido el descubrimiento de estos brillantes y raros eventos.
La mayoría de las estrellas con más de 8 veces la masa del Sol pierden su batalla contra la gravedad y producen una supernova de "núcleo colapsado", o directamente forman un agujero negro. Pero hay una gama de masas, de 150 a 300 veces la masa del Sol, que acarrea para la estrella, según se piensa, la formación de pares de partículas materia/antimateria.
Se cree que estas estrellas masivas se forman a partir de un gas puro que no ha sido contaminado con elementos más pesados que el hidrógeno y el helio de las primeras generaciones de estrellas.
Y-155 se originó en una galaxia anfitriona de muy baja masa. En promedio, las galaxias pequeñas tienen poca abundancia de átomos pesados, por lo que constituyen excelentes escenarios para esa clase de explosiones provocadas por la inestabilidad resultante de la creación de pares de partículas de materia y antimateria.
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