Ahogadas por las luces de ciudades y pueblos, las estrellas ya no forman parte de la experiencia cotidiana. En la antigüedad, sin embargo, esto no era así en absoluto. El cielo nocturno era tan conocido para los antiguos como las montañas, los valles y los ríos que rodeaban sus pueblos. A menudo, esto era cuestión de supervivencia. Conocer los ciclos de los objetos celestes era conocer el calendario de los acontecimientos terrestres. Los mejores momentos para la siembra y la cosecha venían anunciados por determinadas posiciones y movimientos de estrellas y planetas. Conocer el cielo era de vital importancia. ¿También para determinar el fin del mundo?
leer mas Hoy en día, poca gente está familiarizada con la geografía celeste. Salvo aficionados y profesionales de la astronomía, ¿quién notaría la novedad si un puñado de estrellas cambiara de lugar? Los asuntos celestiales sólo invaden la vida cotidiana cuando ocurre algún acontecimiento poco habitual, como un eclipse o el último tránsito de Venus (ocurrido en junio). Todavía más cuando el anuncio de alguna profecía apocalíptica viene respaldada por la industria del cine, como es el caso de la famosa –y presunta– profecía maya sobre el fin del mundo en el 2012.
Aunque por sentido común la gran mayoría de la población sabe que el mundo no va a terminar este año, y sabe que si los rumores persisten es por intereses económicos –hay formas de hacer el agosto con estos temas, Mike Kerrigan, un supuesto coronel de las fuerzas especiales del ejército de
EE.UU., está vendiendo kits de supervivencia en internet–, siempre hay un pequeño porcentaje de la población que se lo toma en serio.
Y aunque el porcentaje de crédulos sea muy bajo, la población expuesta al rumor es tan grande, que el número final de personas preocupadas puede no ser despreciable. Tanto es así, que hasta la NASA se ha visto empujada a escribir este año una serie de artículos en su web respondiendo a los miedos del público. David Morrison, científico del Instituto de Astrobiología dela NASA, asegura en dicha página web que ha recibido miles de cartas de gente seriamente preocupada y que algunas personas incluso le confesaron estar considerando el suicidio antes de ser testigos del apocalipsis.
Más allá de discutir el tema o verlo como entretenimiento, en lo referente a la astronomía, el público en general no tiene tan claro si los mayas apuntaron a algún fenómeno real o bien todo es un invento de unos oportunistas. Debido a la general falta de conocimientos astronómicos, el escepticismo no se encuentra suficientemente equipado para distinguir un argumento serio y coherente de un bulo.
Así, con este asunto se brinda a los especialistas una estupenda excusa para conocer la cultura de los mayas y su astronomía, y descubrir si realmente dejaron alguna indicación para satisfacer la curiosidad actual.
Aunque la astronomía maya haya sido superada por la ciencia actual, no cabe duda de que era muy avanzada para su época y medios. Pero más que para servirles para ganar perspectiva y averiguar la situación de la humanidad en el universo, percibían la bóveda celeste como un escenario lleno de señales sobre lo divino.
En lugar de las actuales constelaciones, los mayas veían en el cielo los elementos familiares de las selvas donde vivían: tenían la constelación del jaguar, del pecarí, del murciélago, de la serpiente... El cúmulo de las Pléyades –un grupito de estrellas visible en el cielo de invierno– era la cola de una serpiente de cascabel.
Aunque los mayas no disponían de instrumentos de observación, como sextantes o telescopios, y efectuaban sus observaciones a simple vista, eran capaces de predecir un gran número de fenómenos astronómicos. Los eclipses de Sol y de Luna no presentaban secretos para ellos, ¡eran capaces de predecirlos con siglos de antelación! Sus construcciones estaban a menudo dispuestas de forma que puertas y ventanas se alineaban con la posición del Sol a la salida o la puesta, durante solsticios y equinoccios. Las conjunciones planetarias también las consideraban importantes, especialmente cuando incluían el planeta Venus –considerado compañero del Sol, por aquello de ser el lucero vespertino y del alba–, y determinaban la orientación de algunos edificios.
En el fenómeno del 2012 hay apocalipsis para todos los gustos. Unos dicen que un gran asteroide chocará conla Tierra; otros, que será un misterioso planeta el que impactará (aunque curiosamente ninguno de ambos ha sido detectado todavía, pese que a estas alturas ya deberían poder ser observados a simple vista). Pero la que tal vez sea la versión más popular de la supuesta profecía advierte que el eje dela Tierrase verá desviado por un alineamiento de esta con el Sol y el centro de nuestra galaxia, en diciembre de este año.
Lo más inquietante es que si se consultan las efemérides astronómicas o cualquier simulador de la bóveda celeste, se podrá comprobar que, este diciembre, efectivamente, el alineamiento va a producirse.
Este alineamiento –no muy preciso, todo hay que decirlo– significa que el Sol, visto desdela Tierra, aparece en el cielo superpuesto a la parte central dela Vía Láctea.Esta zona de la galaxia está poblada de nebulosas oscuras que en la mitología maya representaban el camino a Xibalbá, el inframundo. ¿Será entonces que esos profetas del apocalipsis tendrán algo de razón?
En absoluto: lo que no dicen los oportunistas –quién sabe si porque no lo saben o porque no les interesa decirlo– es que esta alineación ocurrió también en el 2011, el 2010, el 2009... Porque ocurre cada diciembre sin que ello tenga la menor consecuencia. Esto es algo que los mayas sabían perfectamente. Una predicción catastrofista ligada a un fenómeno tan habitual no hubiera tenido la menor credibilidad en el mundo maya.
Pero entonces, ¿hicieron los mayas alguna predicción para finales del 2012? La respuesta se encuentra si se revisa el calendario que utilizaban en aquella época. Para periodos de tiempo largos, los mayas usaban el llamado calendario de cuenta larga. En lugar de siglos y milenios tenían otros ciclos, como por ejemplo el Bak’tun, que equivale a algo más de 394 años. Resulta que si se utiliza la conversión de fechas entre calendarios más aceptada por la arqueología, el próximo 21 de diciembre de 2012 termina el Bak’tun número 13 y comienza el 14. Es decir, el próximo 21 de diciembre viene a ser como un “fin de milenio” en el calendario de cuenta larga.
Para dar más emoción al asunto, conviene explicar que ocurre algo más: según el Popol Vuh –el libro sagrado de la mitología maya–, los dioses crearon el mundo y lo destruyeron en varias ocasiones. Según este mito, la última creación fue destruida al final del decimotercer Bak’tun. Así que, según la mitología maya, el 21 de diciembre la creación actual cumplirá la edad de 5.125 años, la misma que tenía la anterior creación cuando fue destruida. Así pues, es bien cierto que es una fecha muy significativa.
¿Pensaban los mayas que esta creación iba a durar lo mismo que la anterior, y por lo tanto llegaría a su fin este mes de diciembre? En el 2010, un equipo de arqueólogos de la Universidad de Boston encontró un montículo de piedra cubierto de tierra y árboles cerca de las ruinas de Xultún, en el norte de Guatemala. El sitio había sido excavado por saqueadores, y los científicos no esperaban encontrar nada de interés. Sin embargo, las paredes del interior del montículo estaban decoradas con murales de gran belleza. Una de las paredes contenía inscripciones numéricas que han resultado ser fechas del calendario de cuenta larga. Las inscripciones han sido datadas por los científicos como pertenecientes a los años 813 y 814 de nuestra era y contienen fechas que se extienden 2,5 millones de días en el futuro, ¡casi 7.000 años! Es decir, que, después de todo, los mayas no pensaban que el mundo fuera a terminar en el 2012.
Existe un famoso relato del apocalipsis maya, pero sin referencia a fecha alguna. Está descrito en la última página del llamado códice de Dresde, que data aproximadamente del año 1100 de nuestra era. Describe un mundo destruido por inundaciones, algo que formaba parte de la experiencia personal de los habitantes de aquella parte del planeta. Un fin del mundo consecuencia de un clima desbocado, algo imaginado en muchas culturas, incluida la actual. Tal vez los mayas no fueran tan desencaminados.
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