Por primera vez, un emplazamiento podrá ser patrimonio mundial por su valor científico.
16/09/2010 MICHELE CATANZARO
Toda la necrópolis de Guiza (Egipto) es un escenario para el teatro de las estrellas: en el día del equinoccio, por ejemplo, el Sol surge justo encima de la cabeza de la Esfinge, mientras que las pirámides que la rodean están alineadas con otros tantos fenómenos astronómicos. Sin embargo, la contaminación de El Cairo ya ha puesto una cortina sobre algunos de ellos. Las emisiones ofuscan el surgimiento de las estrellas en el sector nororiental del cielo. La polución y el exceso de luz artificial amenazan con cerrar algunas de las ventanas al Universo que la humanidad ha ido abriendo a lo largo de la historia. La Unesco (Organización de la ONU para la Educación, la Ciencia y la Cultura) ha movido ficha para preservar este tesoro. En su 34ª reunión anual, celebrada en Brasilia en agosto, la organización hizo públicos los criterios para clasificar los lugares de interés astronómico como Patrimonio de la Humanidad. La lista actual incluye cerca de un millar de lugares de valor cultural o natural universal: los estados presentan las candidaturas y se comprometen con su conservación.
Las directrices están detalladas en un estudio temático que incluye más de 40 ejemplos. "Por primera vez se establece que algo puede ser Patrimonio de la Humanidad por su valor científico", explica Cipriano Marín, del Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC), coautor del trabajo y coordinador de Starlight, una iniciativa para la salvaguarda del cielo nocturno. Algunos sitios astronómicos ya forman parte del Patrimonio de la Humanidad, entre ellos Stonehenge, el Observatorio Real de Greenwich (Londres), el Ulugh Beg de Samarkanda (Uzbekistán) y la propia necrópolis de Guiza. Sin embargo, están reconocidos solo por su valor monumental. "Aunque la convención sobre el patrimonio de 1972 reconocía el valor científico como criterio para la inclusión, hasta ahora nunca se ha llevado a la práctica esta intención porque no había directrices", dice Marín.
CRITERIOS Con los nuevos criterios podrían recibir el reconocimiento también infraestructuras modernas, como los observatorios astronómicos de Canarias; áreas geográficas, como una zona de alta visibilidad de estrellas en los Alpes orientales, u otras entidades, como la línea de 34 puntos entre Noruega y Ucrania a lo largo de la cual el astrónomo Friedrich Struve midió la forma de la Tierra en la primera mitad del siglo XIX.
Los criterios del estudio incluyen la diversidad geográfica, de tipología de los artefactos, el impacto científico y la relevancia para la cultura en general. Martín admite que han quedado fuera, entre otros emplazamientos, el Machu Pichu, el desierto de Atacama y alguna localización en África. "La lista incluye nada más que casos de estudio: no está cerrada", puntualiza Juan Antonio Belmonte, investigador en historia de la astronomía del IAC y coautor del trabajo. Ahora, la pelota está en el tejado de los gobiernos y las instituciones que quieran presentar candidaturas. Hay mucho en juego con el reconocimiento de la Unesco. El título suele atraer al turismo, un efecto llamada que en algunos casos ha implicado incluso problemas de manutención para los lugares galardonados. Ni a Belmonte ni a Martín les consta que se estén organizando candidaturas.
"El estudio es bastante completo", dice Pedro Ruiz Castell, profesor de Historia de la Ciencia en la Universidad de Valencia, no implicado en la iniciativa. "Sobre todo, deja claro el reconocimiento de que también la ciencia forma parte del patrimonio de la humanidad", concluye.
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