El núcleo de un cometa es mucho más que un trozo invariable de hielo y polvo. Bajo la influencia del Sol, las sustancias volátiles como el agua, el dióxido de carbono y el monóxido de carbono emanan desde determinadas regiones de su superficie, las así llamadas regiones activas. Estos escapes lanzan al espacio partículas de polvo con un diámetro de hasta varios centímetros. Vistas desde la Tierra, estas fuentes de polvo se pueden distinguir como chorros o brazos en espiral que rodean al cometa. Estas estructuras están en una envoltura de gas y polvo llamada “coma” que es producida por la actividad más uniforme de la superficie completa.
Las imágenes tomadas desde la Tierra muestran al cometa y sus chorros como una proyección en dos dimensiones. Por lo tanto, no es posible determinar con exactitud mediante los métodos convencionales dónde están los sitios de los que procede la mayor parte del gas y de las partículas de polvo.
Con el fin de localizar las regiones activas a pesar de este problema, el equipo de Hermann Bohnhardt del Instituto Max Planck para la Investigación del Sistema Solar (MPS) eligió un método indirecto que por primera vez toma en cuenta también la forma tridimensional del cometa.
Su nuevo método para detectar regiones activas ya ha sido sometido a prueba, cotejando las predicciones sobre el cometa Tempel 1 hechas mediante él con los datos reales ya conocidos gracias a la misión Deep Impact. La concordancia ha sido satisfactoria, validando la fiabilidad del método.
Éste método se usa ahora para intentar calcular las regiones activas del cometa Churyumov-Gerasimenko, a cuyo encuentro viaja la sonda Rosetta de la ESA. El vehículo de aterrizaje de la Rosetta, el Philae, alcanzará la superficie del cometa a finales de 2014. En la fase crucial de la misión, el nuevo método podría ayudar a determinar una ruta segura para la Rosetta a través de la coma del cometa y quizás hasta contribuir a la selección del lugar de aterrizaje.
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