El pasado 13 de septiembre, el astrónomo Josep Maria Bosch detectó desde su observatorio en Santa Maria de Montmagastrell, en Tàrrega (Urgell), un asteroide nunca visto que, tras las pertinentes verificaciones internacionales, ha resultado ser el objeto rocoso de tamaño peligroso (un kilómetro o más de largo) que pasa más cerca de la Tierra desde 1937. El Planet Minor Center (PMC) de la Universidad de Harvard, el organismo internacional que cataloga cometas y planetoides, lo ha bautizado técnicamente como 2009 ST19. «Ponerle un nombre definitivo es bonito, pero para ello deben transcurrir unos años», asume Bosch.
El asteroide pasó aquel día a 645.000 kilómetros de la Tierra (la Luna está a 300.000), una distancia que parece inmensa pero que en términos astronómicos es una minucia. «Lleva actualmente una órbita bastante paralela a la nuestra, por lo que aún se podrá ver tres o cuatro semanas más», añade. Dentro de tres años y medio volverá a cruzarse con la órbita terrestre. «Aunque es cuestión de decimales, los cálculos de trayectoria indican que no chocará», prosigue tranquilizador.
BUSCAR UN GORRIÓN Y... / La observación fue un golpe de suerte. Bosch estaba analizando la trayectoria de un cometa cuando, de repente, el cuerpo observado desapareció de la visión. Lo había perdido inexplicablemente. Cerró la cúpula del observatorio y, contrariado, se enfrascó en el ordenador para revisar las imágenes. No lo encontraba... hasta que apareció una señal diferente. Parecía una estrella que se desplazaba, pero pronto tuvo claro que se trataba de un asteroide, cuerpos rocosos que giran alrededor del Sol en una órbita diferente a la de la Tierra. «Buscaba un gorrión y encontré una cigüeña». El objeto combinaba una trayectoria peligrosa, que se cruza con la terrestre, y un tamaño muy respetable, aproximadamente un kilómetro de largo. Los llaman Apolos en jerga astronómica.
Bosch contactó con el PMC y pronto se confirmó que el objeto era un Apolo. Sin embargo, le pasó lo mismo que al cometa: en noches posteriores desapareció. «Estaba tan cerca que el JPL de la NASA llegó a considerar que había caído sobre el océano Pacífico», insiste. Con posterioridad, el Linear (Nuevo México) y otros telescopios reconfirmaron el hallazgo.
Bosch, profesor de literatura catalana en un instituto de Tàrrega, trabaja actualmente en el Centre d’Observació de l’Univers, en Àger (Noguera). Es un astrónomo aficionado porque realiza las observaciones con sus propios medios, pero el adjetivo se le queda realmente pequeño: equipado con un telescopio de 31 centímetros, Bosch colabora con la NASA y realiza observaciones al alcance de muy pocos. Los días despejados apenas duerme.
Aunque el profesor vive en Tàrrega, instaló su observatorio en los años 90 en el núcleo de Santa Maria de Montmagastrell. «Busqué un lugar cercano y pequeño (60 habitantes) con poca contaminación lumínica», argumenta. Este año, además, han mejorado la iluminación nocturna. «Si es necesario, la reducen incluso para que yo y mi colega Joan Guarro, también astrónomo, trabajemos mejor», dice encantado.
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