martes, 11 de septiembre de 2012

“Un microbio alcanza para saber si estamos solos o no”

De visita en Buenos Aires, habló de los planes para lograr futuros descensos con más precisión que el logrado en Marte, y hasta de posibles expediciones a cometas. “La exploración espacial sigue siendo un destino válido para los jóvenes”, dijo.Por Pedro Lipcovich
“Debe de haber pocas actividades humanas en las que se requiera tantísimo trabajo para terminar jugándose todo en pocos segundos”, comentó Alejandro Miguel San Martín, el ingeniero argentino del equipo que llevó a buen puerto los “siete minutos de terror”, el tramo final del descenso del laboratorio rodante Curiosity, en Marte, el 6 de agosto pasado. De visita en la Argentina, San Martín dialogó con periodistas sobre el estado actual de la búsqueda de vida en ese planeta, sobre las dificultades de los equipos que deben adaptarse a un día que dura más de 24 horas y sobre los planes de –ahora que se demostró la posibilidad de descender con tanta precisión– mandar una nave hasta un cometa, recoger muestras y hacerla volver a la Tierra.

“La misión Curiosity forma parte del programa de la NASA para determinar si en Marte hubo vida en el pasado o la hay hoy. Se busca vida simple, microbios: la presencia de un microbio alcanza para responder a la gran pregunta de si estamos solos en el Universo o no. Una misión anterior a Marte llevó incluso medios de cultivo para determinar si había organismos que hicieran procesos metabólicos, incluida la fotosíntesis, y ¡dieron positivo! Pero lo que dio negativo fue la presencia de compuestos orgánicos, en los que se basa la vida como la conocemos, y se concluyó que eso que parecía vida no era más que la actividad de un suelo muy complejo. Todavía hoy un científico del MIT (el prestigioso Instituto Tecnológico de Massachusetts) insiste en que efectivamente se registró vida”, comentó San Martín, integrante del equipo EDL (Entry Descent Landing) de la NASA, que dirige Adam Steltzner.

Sobre el estado actual de la misión, “ya sabemos que el lugar del descenso fue bien elegido: las fotos que tomó el Curiosity permiten ver las distintas capas geológicas que se preveía estudiar. Ahora la nave va en camino al primer objetivo, a unos 400 metros de distancia”. El equipo que controla el vehículo soporta difíciles exigencias: “Ellos deben adaptar su ritmo de trabajo al del día marciano, que dura 30 minutos más que el de la Tierra: tras evaluar los resultados del día anterior, el equipo científico les dice a los ingenieros qué dirección tomar y qué muestras recoger al día siguiente. A partir de estas decisiones, otro equipo envía al Curiosity los comandos respectivos. Otro analizará los resultados. Todo se hace con mucho cuidado, el vehículo se desplaza a no más de uno o dos kilómetros por hora: un solo comando equivocado podría arruinar la misión”.

Y la idea de la NASA es ir más allá: “En un viaje ulterior, traer muestras a la Tierra para estudiarlas a fondo. Este plan todavía no tiene la condición de proyecto. Está dentro de nuestras posibilidades tecnológicas, pero es muy caro y ambicioso”. Llevar seres humanos a Marte “también es tecnológicamente posible, pero sería un emprendimiento enorme, que la NASA todavía no organizó como proyecto”.

En el equipo al que pertenece San Martín, “continuamos con el trabajo de analizar los datos del aterrizaje: indican que nuestro trabajo contó con un amplio margen de seguridad, y estimamos que en misiones ulteriores sería posible aterrizar con una precisión, no ya de unos pocos kilómetros, sino de unos pocos metros”. Para el futuro, “la NASA nos pidió estudiar la posibilidad de ir a buscar muestras a un cometa y traerlas a la Tierra. Hay dos alternativas: anclar la nave al cometa y perforar o recoger muestras pasando sin detenerse. De todos modos, todavía no hay presupuesto para esa misión”.

Es que los tiempos han cambiado: “En la década de 1960, la NASA llegó a implicar el cuatro por ciento del presupuesto de Estados Unidos. Pero una vez que se ganó la carrera a la Luna, se empezaron a recortar los presupuestos. De todos modos, en los últimos años ha habido misiones fantásticas como la de la sonda Cassini a Saturno. Claro que, al no ser tripuladas, no son tan sexies, como decimos en Estados Unidos”.

El hecho es que “la misión Curiosity ha tocado un nervio importante en el público y eso es bueno. En Estados Unidos los investigadores reciben muy buenas ofertas desde la biotecnología o de la informática, y esta misión nos permite mostrar que la exploración espacial sigue siendo un destino válido para la juventud”, concluyó San Martín.
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