La proliferación de satélites en órbita baja comienza a contaminar un volumen creciente de imágenes científicas, amenaza a telescopios espaciales como el Hubble y compromete la viabilidad de investigaciones clave.
La expansión de las megaconstelaciones —lideradas por Starlink— ha dejado de ser una anécdota luminosa en el cielo para convertirse en una amenaza estructural. El mensaje central del estudio publicado en Nature es contundente: la contaminación lumínica artificial ya no afecta solo a los observatorios terrestres; también está alcanzando a los telescopios situados en el propio espacio.
El dato que resume la magnitud del problema: el 96 % de las imágenes de algunos telescopios espaciales en órbita baja podrían quedar contaminadas en la próxima década.
