A la hora de buscar planetas que puedan ser habitables, los astrónomos tienen en cuenta que estén situados en la llamada «zona de habitabilidad», un lugar del espacio alrededor de una estrella con la temperatura adecuada para poder albergar agua líquida y, en consecuencia, dar una oportunidad a la vida, al menos tal y como la conocemos. Ni demasiado cálido ni demasiado frío, como las gachas de Ricitos de Oro en el cuento infantil. Sin embargo, un equipo de la Universidad de Aberdeen en Escocia (Reino Unido) cree que esas fronteras tradicionales deberían ampliarse. Publicada en Planetary and Space Science, la investigación afirma que mundos rocosos y fríos que antes se consideraban inertes en realidad pueden ser capaces de soportar vida... muy por debajo de su superficie.