sábado, 27 de abril de 2013

Las enigmáticas luces móviles de la Luna

Cráter Platón de la Luna, donde se han observado fenómenos TLP
Las siglas TLP corresponden a las iniciales según la traducción inglesa de «Transient Lunar Phenomena», o lo que es lo mismo, Fenómenos Transitorios lunares. En realidad se trata de un fenómeno de luces misteriosas que no se observan de forma continuada, sino de muy tarde en tarde y en momentos de exploraciones lunares muy concretos. Las últimas investigaciones en este sentido siguen sin arrojar luz.

Cierto es que el que escribe siempre se ha mostrado un tanto escéptico en este sentido, máxime cuando se emplea la palabra misterio. Los TLP se pueden visualizar (repito que es muy difícil ver un TLP; yo jamás he visto uno hasta la fecha) en el interior de algunos cráteres o sobre las cimas de las cordilleras montañosas lunares. En algunos casos aparecen como nubes en movimiento o sombras con un período de vida muy corto.

Algunos observadores de la Luna y hasta la primera mitad del siglo XX, creían que esas sombras eran grupos de animales que caminaban o corrían sobre la superficie de la Luna en busca de comida.

La idea no era tan descabellada como parece, pues si nosotros estuviéramos en la Luna y observáramos ciertas regiones de la Tierra donde los animales se agruparan masivamente, veríamos moverse sobre la Tierra sombras de tamaños variados y para todos los gustos, sobre todo si estos animales se concentraran en zonas desérticas, caso del bisonte en Estados Unidos antes de la llegada de los primeros colonos europeos, cuando aquellos se contaban por millones.

Lo que es cierto, es que sean lo que sean, los TLP deben existir. Grandes figuras en el campo de la astronomía, han dejado constancia escrita de ellos y no podemos negar su existencia.


Hagamos un poco de historia:

1778. Desde España, el astrónomo Antonio de Ulloa, mientras contemplaba el eclipse de Sol del día 24 de junio, da cuenta de una grieta o abertura en la superficie lunar, que termina con el resultado de un punto brillante cuando los rayos del Sol pasan sobre él.

1783. El famosísimo astrónomo inglés, descubridor del planeta Urano, William Herschel, observa el 18 de agosto: "Percibo tres volcanes en diversos lugares de la Luna. Dos están ya casi extinguidos o a punto de desaparecer, lo que podrá decirse en la próxima lunación...El tercero muestra una erupción activa de fuego o de materia luminosa..." ¿Qué observó realmente Herschel?, ¿fueron quizás picos elevados que se encontraban iluminados por la luz solar o tal vez volcanes activos?

Lo que sabemos hoy día es que la Luna es un mundo completamente muerto y se encuadra dentro de los más inactivos del Sistema Solar. Existen lunas en Saturno y Júpiter con una actividad inusitada, de los que emanan grandes géiseres de vapor de agua como en Encélado, luna de Saturno, o los potentísimos géiseres de nitrógeno del satélite Tritón, del planeta Neptuno y erupciones volcánicas que cambian el color y el aspecto del satélite, en este caso del satélite Io de Júpiter. Pero nuestra Luna es un mundo sin actividad. Todos hemos visto la Luna igual a lo largo de nuestras vidas y así sigue después de miles de millones de años.

Un astrónomo de la categoría de Herschel debía distinguir con claridad los puntos luminosos de los picos más elevados que se encuentran aún en la penumbra, pero ¿y la información de los volcanes? Mucha imaginación, podemos pensar, pero ¿quién de nosotros estuvo allí para hacer balance?...

1788. J.H. Schroeter, astrónomo que fue, se dedicó desde su observatorio en Lilienthal y utilizando telescopios de Herschel a la potencia máxima de 300 aumentos a dibujar mapas de la Luna entre los años 1791 a 1802.

Se dedicó incansablemente a la búsqueda de fenómenos que alteraran la superficie lunar como bien pudieron ser la aparición de nuevos cráteres o luces lunares. El 26 de septiembre de 1788, cuenta que observaba la zona de la cordillera montañosa de los Alpes y encontró una luz parecida a una estrella próxima al cráter Platón. Continúa diciendo que permaneció con ese brillo durante 15 minutos, para posteriormente desaparecer.

1824. El astrónomo Gruithuisen observa luces que se encienden y que se apagan.

1866. El astrónomo Tempel comunica la existencia de un punto luminoso en el circo Aristarco.

1867. Es ésta quizás la más espectacular visión de TLP. El día 13 de mayo en el cráter Plato, se observan luces agrupadas entre cuatro y veintiuna. Estas luces fueron observadas por numerosos astrónomos. Algunos de ellos indican que mientras varios puntos de luz se hacían más brillantes, los demás perdían intensidad. Hubo quien llegó a pensar que las luces estaban siendo manejadas por seres inteligentes. Entre los años 1867 y 1870, el recuento de TLP, se elevó a varios millares.

1877. Durante este año continuaron apareciendo más luces en la Luna, de las que dieron buena cuenta astrónomos de observatorios profesionales, como el británico C. Barret, que describe un punto de luz en el cráter Proclus.

Los cráteres más nombrados con TLP en este año fueron Bessel y Plato, este último es el que más registros de TLP lleva en su haber desde que se tienen noticias de la existencia de los TLP. También en este año se derrocha mucha literatura sobre él y sus TLP. Se comunicó la existencia de un triángulo brillante en su interior y luces móviles que se distinguían hacia el cráter desde varios puntos.

1931. El 22 de febrero nos cuenta el abate Joulia que próximo al cráter Aristarco, una luz tenue y difusa se encendía y se hacía al tiempo menos luminosa, progresiva y lentamente.

1937. M.Abdreuko en Amberes nos informa de la existencia de una pequeña zona luminosa en el circo Cassini. Este mismo señor en el cráter Aristarco, localiza una especie de radiación de coloración entre azul y verdosa.

1944. H.P. Wilkins (ingeniero mecánico y selenógrafo), que se dedicó a realizar mapas de la Luna, afirma ver un punto de luz brillante en el cráter Plato.

1950. H.P. Wilkins, dice ver otro destello de luz de gran intensidad por la zona de los cráteres Aristarco y Herodotus. Su contemplación la realiza a través de un potente telescopio de 370 mm.

1958. El astrónomo de nacionalidad rusa Niteolai Kozyrev contempla una nube brillante sobrevolando el pico central del cráter Alphonsus de la que toma espectro. Se pensó que el pico hubiera podido entrar en erupción, al considerar la idea de que se tratara de un volcán. Nuevamente el 3 de diciembre volvió a deleitarse con la visualización de otra nube no muy lejos de la posición de la anterior, que estuvo presente y en movimiento durante una hora.

1963. Desde el observatorio de Lowell, nos informan de la aparición de un resplandor de altísimo brillo y de color rojo y sobre la Luna, que bien pudo observar el astrónomo John Grenace.

1966. Varios observadores, entre ellos el conocido Patrick Moore (importantísimo divulgador de astronomía británico), describen el surgimiento de unos resplandores rojizos en el circo Gassendi, el día 30 de abril.

A partir de la última fecha indicada, las observaciones de TLP disminuyen por parte de los astrónomos o al menos no se dan a conocer con tanta frecuencia. No obstante, el fenómeno no ha desaparecido, y hay quien se dedica en cuerpo y alma a la caza y captura de los TLP.

En España por ejemplo, existen redes de observadores lunares y dentro de este campo, hay apartados dedicados con exclusividad a la vigilancia de posibles irregularidades sobre la superficie de la Luna. Parece que nuestra amiga la Luna se conoce un tanto mejor y no nos dejamos llevar con tanta frecuencia por fenómenos misteriosos capaces de provocarlos los posibles selenitas (habitantes de la Luna).

Por otra parte, desde la segunda mitad del siglo XX, numerosas sondas han estudiado meticulosamente la superficie de nuestro satélite y en 1969 el primer hombre pisó la Luna. No quiere decir ello que se la conozca como a nuestro planeta, y siempre quedará la duda de aquellas luces. Pero profundicemos un poco y veamos qué pueden ser los TLP.

Hablando de modo fácil y como ya comentamos anteriormente, los puntos de luz que se localizan en las sombras, bien pueden ser provocados por la iluminación de los picos de las montañas más elevados donde comienza a amanecer y siempre y cuando estos se sitúen próximos al terminador (línea que divide la noche del día en la Luna).

Si la distancia al terminador y dentro de la sombra es considerable, la duda siempre nos puede asaltar, ya que a esta distancia del terminador, difícilmente el Sol pudiera iluminar las cimas de las montañas más elevadas, pues deberían tener una altura desproporcionada y esto no ocurre con las montañas lunares. Es decir, cuando la parte no iluminada de la Luna produce un TLP, es digno de ser investigado.

De todas formas es difícil de explicar como dicen algunos observadores de fama, que los puntos de luz se hagan intermitentes. Quizás pueda ocurrir que estemos totalmente equivocados y la Luna no sea un lugar tan muerto como creemos.

¿Volcanes activos?
Puede que haya una mínima actividad interior que ponga de tarde en tarde su aportación para crear una presión interior y haga salir en forma de gas y pequeñas cantidades de lava hacia el exterior y por medio de volcanes, como pudiera ser el pico del cráter Alphonsus y el famosos circo Plato, que es en realidad una gran llanura amurallada.

Allí no hay pico, sino un suelo liso. ¿Existen acaso volcanes tan diminutos que no los podamos ver y surgen cuando hay actividad y desaparecen cuando cesa? Lo cierto es que Plato es punto de mira por su elevado número de TLP.

Imaginemos por un momento que escapan chorros de gases desde el interior de la Luna, como si de géiseres se trataran, estos gases podrían provenir de grietas en la superficie provocadas por las tensiones de la gravedad de la Tierra o por la diferencia de temperatura que existe entre el día y la noche que pude superar los 300 grados y fragmentar grandes rocas o incluso el suelo lunar. Este gas al intentar salir al exterior debe toparse con la capa de polvo (regolita) que se encuentra cubriendo toda la superficie lunar y por consiguiente, la elevará a diferentes alturas de modo que quedará expuesta a las radiaciones del Sol y así hacerse luminosas.

Varios chorros de gas que estuvieran más o menos alineados y a no mucha distancia de separación, darían la impresión de intermitencias y movimiento (cuando uno baja y se apaga otro sale del suelo con más fuerza y brilla).

Según Wiltkins, los TLP pudieran tratarse de la mera reflexión de los rayos del Sol al incidir sobre ciertos materiales con mayor grado de reflectividad y de alto albedo. También cabe la posibilidad de que surjan efectos de fluorescencia por bombardeo de electrones solares.

Otra posibilidad es la caída de meteoros sobre la superficie lunar. Esencialmente cuando la Tierra atraviesa los restos de algún cometa y se produce una lluvia de meteoros, como es el caso de la Leónidas, hay constancia de la caída de estos meteoros en la Luna, dejando destellos en la superficie oscura de la Luna, pero no dejan de ser destellos que duran pocos segundos, no tienen nada que ver con los TLP que duran horas siendo visibles o desplazándose de un lugar a otro.

La duda en todo caso nos invade ante la larga serie de conjeturas con las que jugamos. De momento el misterio sigue ahí.

Miguel Gilarte Fernández es director del Observatorio Astronómico de Almadén de la Plata y presidente de la Asociación Astronómica de España. http://www.abc.es/

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